Es de muchos sabido, los problemas que la Iglesia Católica ha tenido con el tema de los abusos a menores, y la sociedad sin conocimiento ni investigar empiezan a insultar, ofender, y a juzgar. Obvio que la Iglesia está compuesta por seres humanos al igual que cualquier organización, congregación o grupos de personas, incluyendo la familia. Y como seres humanos somos imperfectos y lidiamos con tentaciones día con día, no justifico los actos de estas personas en lo absoluto, de hecho, que bueno que salgan a la luz y que la Iglesia se vaya limpiando.

El promedio de casos de abusos de menores en la Iglesia Católica es (o era, ahora es muy bajo) similar al promedio de otros grupos religiosos y no religiosos, como escuelas, clubes deportivos, etc., En todas estas organizaciones sucede el abuso, y en algunos casos con índices alarmantes, no podemos negar la realidad.

Hay algunos grupos religiosos quienes por mantener el "prestigio" de su organización, y otros por su estructura sectaria, protegen y nunca revelan este tipo de comportamientos dentro de sus grupos, y ellos tienen sus formas judiciales internas lo cual manejan todo en secrecía y no conocemos el problema interno, tampoco dan a conocer a los abusadores a la congregación y/o sociedad y mucho menos a las autoridades policiacas. Un ejemplo: En 1984 se llevó a cabo un estudio a una organización religiosa NO CATÓLICA y dicho estudio mostró que el 38.6% de los Ministros habían tenido alguna relación amorosa dentro del grupo y el 76% aceptó conocer a otros ministros quienes habrían tenido alguna relación íntima con alguien que ha acudido a sus reuniones. Esta investigación se basó en entrevistas directas con los Ministros Religiosos.

Repito, yo no defiendo ni justifico los actos cometidos, ya sea en alguna Iglesia o en cualquier grupo, llámese como se llame. Lo que si creo es que se ha exagerado (específicamente en el Catolicismo) de manera tal, que por unos cuantos malos la llevan pagando muchos buenos. Es como si dijera que todos los Abogados, Ingenieros o cualquier profesión son corruptos por el solo hecho de que el 3% lo son. A continuación, una carta del Padre Martín Lasarte un verdadero ejemplo de miles que hay. Amigos y familiares los invito a leer la carta con detenimiento, no deseo crear polémica, ni tampoco una discusión, ni mucho menos enemistades, no insultos por favor, créanme que me costó mucho trabajo decidirme a publicar esto, por lo general soy muy reservado en las redes sociales a entrar en temas polémicos. Sin más, vamos a la carta que el Padre Martín Lasarte envió al diario “The New York Times”:

Queridos hermanos y hermanas periodistas:

Soy un simple sacerdote católico. Me siento feliz y orgulloso de mi vocación. Hace veinte años que vivo en Angola como misionero.

Siento un gran dolor por el profundo mal que causan aquellas personas que, debiendo dar señales del amor de Dios, sean un puñal en la vida de inocentes. No hay palabra que justifique tales actos.

No hay duda de que la Iglesia no puede estar sino del lado de los débiles, de los más indefensos. Por lo tanto, todas las medidas que sean tomadas para la protección y prevención de la dignidad de los niños serán siempre una prioridad absoluta.

Veo en muchos Medios de Información, y sobre todo en su periódico, cómo se han dado a la ampliación del tema del abuso de menores por parte de sacerdotes, de una manera morbosa, investigando detalles de la vida de quienes han caído por desgracia en el pecado de pedofilia. Así, han sido traídos a la actualidad casos sucedidos en una ciudad de Estados Unidos, en la década del 70; en Australia de los años 80 y, desde luego, los otros casos más recientes… ¡Ciertamente todo esto es condenable!

Y a ese respecto, de la misma manera que se encuentran algunas informaciones periodísticas ponderadas y equilibradas, otras, en cambio, son artificialmente exageradas, llenas de preconceptos y hasta de un reconcentrado odio.

Sin embargo, es curioso el escaso interés y el nulo despliegue informativo que la mayoría de los Medios de Comunicación dan en torno a los miles y miles de sacerdotes que consumen o han entregado su vida en favor de la niñez desamparada y de los adolescentes más desfavorecidos en los cinco Continentes del mundo.

Por eso, pienso que a su Medio de Información no le interesa, por ejemplo, el dato de que yo haya tenido que transportar, por caminos minados en el año 2002, a muchos niños desnutridos desde Cangumbe a Lwena (Angola), pues ni el Gobierno se interesaba en hacerlo, y las ONG’s no estaban autorizadas para intervenir.

Tampoco les habrá de interesar saber que haya tenido que dar sepultura a decenas de pequeños fallecidos entre los desplazados de guerra y los que han retornado; y que junto con otros hermanos de religión hayamos salvado la vida a miles de personas en Moxico mediante el único puesto médico instalado en 90,000 kilómetros cuadrados; que hayamos realizado labores de distribución de alimentos y semillas; que hayamos dado oportunidad de recibir educación, en los últimos diez años, a más de 110,000 pequeños…

Tampoco merece ser impreso en sus páginas, que junto con un grupo de sacerdotes hayamos tenido que socorrer la crisis humanitaria de cerca de 15,000 personas en los acuartelamientos de la guerrilla, después de su rendición, porque no llegaban los alimentos, ni del Gobierno del país ni de la ONU.

No es noticia para su periódico que un sacerdote de 75 años, el Padre Roberto, recorra noche a noche las calles de Luanda, recogiendo chicos de la calle y llevándolos a una casa de albergue para que se desintoxiquen de las substancias que inhalan; tampoco que haya sacerdotes que realicen labores de alfabetización de cientos de presos; que haya otros que sostengan casas de asilar y curar a niños golpeados, maltratados y hasta violentados que buscan refugio.

Tampoco saben que un anciano fraile, a sus 80 años, visita casa por casa los barrios miserables para llevar consuelo a enfermos y desesperados. Ni es noticia, en fin, que más de 60,000 de los 400,000 sacerdotes y religiosos existentes, hayan dejado todo, patria y familia para ir a ejercer la caridad a lejanas tierras, atendiendo leproserías, hospitales, campos de refugiados, orfanatos para niños acusados de hechiceros o huérfanos de padres que fallecieron con Sida; para dar instrucción escolar a los más pobres, para abrir centros de formación profesional y centros de atención a seropositivos (VIH)… o para dar atención pastoral a sus fieles en cientos de Parroquias y Misiones alrededor del mundo, motivándolos para vivir, servir y amar.

No es noticia, tampoco, que mi amigo y compañero, el Padre Marcos Aurelio, por salvar a unos jóvenes durante la guerra en Angola, los haya transportado de Kalulo a Dondo, y volviendo a su Misión haya sido ametrallado en el camino; que el hermano Francisco, junto con cinco catequistas, que salieron a llevar ayuda humanitaria a las áreas rurales más recónditas de ese país, hayan muerto en un accidente en la calle, y que decenas de misioneros en Angola hayan fallecido por falta de elemental socorro sanitario, por una simple malaria; que otros muchos hayan saltado destrozados por los aires, a causa de una mina, en su afán de ir a visitar a su gente.

En el Cementerio de Kalulo están las tumbas de los primeros sacerdotes que llegaron a esta región…Ninguno alcanzó la edad de 40 años.

Pero seguramente a nadie interesa hacer una crónica sobre la vida de un sacerdote “normal” en su día a día, describir sus dificultades y alegrías, saber cómo va consumiendo sin ruido su vida en favor de la comunidad a la cual sirve.

Y la verdad es que los sacerdotes no procuramos ser noticia, sino cumplir con nuestro deber de difundir la Noticia por excelencia, que es la Buena Nueva, la Palabra de Dios; esa noticia que sin escándalo alguno comenzó a difundirse y extenderse por el mundo desde la noche misma de Pascua. Sin embargo, hoy, hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece.

Con esto no pretendo, hermanos periodistas, hacer una ciega apología de la Iglesia y de los sacerdotes. El sacerdote no es un héroe, pero tampoco es un neurótico; es un simple ser humano que ha elegido seguir a Jesús, imitar sus virtudes y servir a sus hermanos. Mas, en ese ser humano pueden habitar las miserias, pobrezas y fragilidades como en cualquier otro. Nadie lo niega; pero también pueden habitar la belleza y la bondad, como en todas y cada una de las criaturas…

Insistir en atacar en forma obsesionada y persecutoria a algunos miembros del Clero y arremeter en contra de la Iglesia, es perder la objetividad y la visión de conjunto, lo cual genera verdaderas caricaturas ofensivas del sacerdocio católico, y de las cuales yo personalmente me siento ofendido.

Sólo les pido una cosa, amigos periodistas: busquen la Verdad, el Bien y la Belleza. Eso ennoblecerá más su ya de por sí noble profesión.

En Cristo:

Padre Martín Lasarte, S.D.B.Bottom of Form